Cada 13 de julio se conmemora el
Día Internacional del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), una fecha que invita a
visibilizar esta condición del neurodesarrollo que afecta no solo a niños y adolescentes, sino también a personas adultas en todo el mundo.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una
condición de base neurobiológica que suele manifestarse en la infancia, aunque en muchos casos persiste hasta la adultez. Se caracteriza por
síntomas de inatención, impulsividad y/o hiperactividad, que pueden
interferir significativamente en la vida académica, laboral, emocional y social de quien lo presenta.
Durante mucho tiempo, el foco estuvo puesto casi exclusivamente en la infancia. Sin embargo, investigaciones posteriores demostraron que muchos niños con TDAH continuaban presentando síntomas en la edad adulta. Hoy se reconoce que el TDAH
puede acompañar a lo largo de toda la vida, con manifestaciones distintas pero igualmente significativas. Muchas personas llegan a esa etapa sin diagnóstico, sin respuestas claras y con la sensación de haber vivido siempre
“esforzándose más que el resto”, sin entender porque.
Sin embargo, más allá de su definición clínica, el TDAH se ha convertido, en muchos espacios, en una forma habitual de describir el comportamiento de niños que
”no se ajustan a los estándares sociales o escolares esperados”. Esta tendencia ha contribuido a una cierta
“popularización” del término, en la que el diagnóstico puede ser aplicado de
manera imprecisa, alimentando mitos, prejuicios y simplificaciones que desdibujan su verdadera complejidad.
Pero detrás del
sobrediagnóstico en algunos entornos, se esconde otra cara igual de preocupante: el
subdiagnóstico, especialmente en personas adultas. Muchas de ellas han atravesado años de malestar, sin herramientas para comprender sus dificultades y sin saber que existe una explicación posible para aquello que vivieron como desorganización, desborde emocional o falta de constancia.
En cuanto a su origen, se han identificado _
múltiples factores genéticos, ambientales y del neurodesarrollo. Actualmente se reconoce que el TDAH implica
alteraciones en el funcionamiento de ciertas áreas cerebrales, especialmente aquellas vinculadas con las
funciones ejecutivas, como la organización, la planificación, el control inhibitorio y la autorregulación emocional.
Estas dificultades no se explican por falta de voluntad, ni por estilos de crianza, sino por un funcionamiento neurológico diferente que requiere comprensión y abordaje específico. Hablar de TDAH en todas las etapas de la vida no solo permite intervenir con mayor precisión: también ayuda a
aliviar la carga subjetiva que muchas personas llevan durante años, y abre la posibilidad de
construir una historia personal con más claridad, herramientas y bienestar. No se trata de poner un rótulo, sino de
dar nombre a algo que, muchas veces, generó años de malestar y confusión. Un diagnóstico claro
no define a una persona, pero
puede ayudarla a entenderse mejor. Porque
comprender no es etiquetar: es dar sentido, validar lo vivido y habilitar nuevas formas de acompañar.
Recomendaciones finales: Ante la sospecha de TDAH, es recomendable
consultarcon un
equipo interdisciplinario de profesionales, que incluya neurólogos, neuropsicólogos y otros especialistas. Una evaluación integral facilita un diagnóstico preciso y un abordaje adecuado.
Es importante recordar que el diagnóstico
no es una etiqueta, sino una
herramienta para comprender y manejar las dificultades. Además,
informarse y contar con apoyo contribuye a mejorar la calidad de vida. ⚠️
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