Es domingo 28 de agosto y asistimos a la dulce y grata celebración del Día del Niño que desarrolla Grido Helado en su sucursal de barrio Belgrano. Una gran cantidad de chicos se agrupan junto a sus padres en pos de las delicias gratuitas que ofrece la heladería. Transcurren los sorteos y la tarde se alegra aún más por las risas que provocan los payasos y la algarabía de los premios.
Pero hay algo que nos llama poderosamente la atención: un grupo de cuatro o cinco chicos se encuentra a poca distancia de nosotros, sin la aparente intención de participar en los festejos. (Quizá ya lo han hecho; no se los pregunté). Montan unas bicicletas extrañas a nuestra vista, no por su estructura fundamental -ninguno de aquellos vehículos carece de sus componentes básicos; es decir, dos ruedas, pedales, cuadro, manubrio, asiento...-, sino por su diseño poco convencional.
Se trata de tres bicis “tuneadas”, lo que equivale a decir ajustadas a la apariencia y rendimiento que su conductor quiso darle; o “pichicateadas” en la jerga traducida al castellano del escritor y periodista estadounidense Tom Wolfe. (Para conocer más acerca del surgimiento del expresivo arte del Tuning o Pichicateo aplicado a los automóviles, recomiendo la lectura de “El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron” del gran padre del llamado Nuevo Periodismo).
Sin embargo, lo que más nos sorprende es que fueron ellos quienes adaptaron esos rodados a gusto y placer. Se llaman Juan, Emiliano y Patricio, de trece años y estudiantes de la escuela Proa, los cuales dialogaron con Nexos sobre el trabajo llevado adelante en sus bicicletas.
“Vimos cómo tuneaban las bicis en YouTube y copiamos los diseños”, dijeron casi a coro. “Las hicimos en las vacaciones de julio”. ¡Aaahhh, ese intervalo divino entre semestres!
“Las bicis funcionan bien, lo único no cuentan con la misma estabilidad que tienen las comunes. Cuando doblas, dobla también el cuadro de la bicicleta”, explicaron a dos absortos integrantes de un medio de comunicación que de bicis y tunning saben casi nada.
“Tienen freno a masa y son muy rápidas”, sostuvieron los chicos. “Hemos visto a más chicos con los mismos diseños. Las hicimos porque nos gustaban los modelos que vimos por internet. Nos dieron ganas de copiarlos”, agregaron.
La gente les manifiesta su extrañeza ante lo que observa: “Nos dicen que son raras, pero que están buenas. Y quieren que las pintemos así quedan mejor”.
Las bicicletas son más bajas que las convencionales y son producto del esfuerzo de los chicos, que buscan las herramientas de sus papás y las utilizan para darles las formas que prefieren.
“Nuestros papás nos dicen que está bueno lo que hacemos. Nos gustaría hacer más bicis, tenemos muchas ideas y queremos trabajar en esto”, advirtieron.
Según revelaron, hay cuatro bicicletas más sometidas a este cambio. “Somos los Bici-tunning”, remarcaron, finalmente.
La tarde declina y las sombras vivas de los Bici-tunning se expanden, ansiosas por volver a recorrer las calles de Laboulaye.
No es un domingo convencional.