Cada 11 de abril se conmemora el
Día Mundial de la Enfermedad de Parkinson, una fecha destinada a visibilizar esta
enfermedad neurodegenerativa progresiva y crónica que afecta a millones de personas en todo el mundo. La elección del día no es casual: se recuerda el nacimiento de
James Parkinson, médico y sociólogo británico que describió por primera vez esta condición en 1817.
La enfermedad de Parkinson es mucho más que el temblor con el que comúnmente se la asocia. Se manifiesta a través de
síntomas motores, como el temblor en reposo, la lentitud de movimientos y la rigidez muscular, pero también incluye
síntomas no motores, como cambios en el estado de ánimo (por ej. depresión), los trastornos del sueño, la constipación y el deterioro cognitivo. Estos síntomas no motores
pueden confundirse con otros diagnósticos, lo que suele llevar a un
retraso en la detección de entre 3 y 5 años, afectando la posibilidad de iniciar un tratamiento temprano.
Aunque suele asociarse al envejecimiento, no es exclusivamente una enfermedad de personas mayores. También puede diagnosticarse en adultos jóvenes, incluso antes de los 50 años, en lo que se conoce como
Parkinson de inicio temprano. Esto hace aún más importante
estar atentos a los síntomas, incluso cuando aparecen en edades no esperadas.
Se estima que
uno de cada 100 adultos mayores de 60 años vive con Parkinson. En muchos países, el número de casos ha ido en aumento, lo que convierte a esta enfermedad en la
segunda patología neurodegenerativa más frecuente, después del Alzheimer.
Esta enfermedad no solo impacta en la vida de quien lo padece, sino también en la de sus
familias y cuidadores. Ellos cumplen un
rol esencial en el acompañamiento diario, enfrentando
desafíos físicos, emocionales y económicos. Sin embargo, con frecuencia lo hacen sin el apoyo, los recursos ni el reconocimiento que realmente necesitan.
¿Cómo podemos actuar, acompañar y promover una mejor calidad de vida frente al Parkinson?
- Fomentar el diagnóstico temprano: ante la presencia de alguno de los síntomas mencionados, es fundamental realizar consulta con neurología.
- Incorporar estimulación y/o rehabilitación neurocognitiva.
- Mejorar y reforzar hábitos saludables como una alimentación equilibrada, actividad física y buen descanso.
- Fomentar vínculos sociales activos.
- Cuidado de la salud física y mental a través de diferentes terapias físicas, ocupacionales y psicológicas.
- Apoyo y acompañamiento a cuidadores: es fundamental cuidar a quienes nos cuidan.
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