A mediados del mes de junio de este año, nos enterábamos de que un joven estudiante y practicante de deportes de la ciudad de Laboulaye atravesaba un complejo estado de salud.
Sus familiares habían iniciado una cadena de oración para pedir el restablecimiento del chico y esa solicitud empezó a multiplicarse mediante la solidaridad y empatía de los vecinos.
El nombre de quien estaba luchando por su vida: Francisco Pedro Giorgis, “Fran”, como afectuosamente lo conocimos en esas horas aciagas.
El paciente se encontraba en la Neoclínica de Río Cuarto, librando una de las batallas más difíciles de sus pocos años, algo más que una decena.
Sin embargo, frente a estas circunstancias tan adversas, fue evolucionando favorablemente, recuperando sus fuerzas.
Los cuidados médicos, el ejercicio de la plegaria, el envío de energía positiva y el acompañamiento general de la gente, todo ayudó.
Y casi un mes después, se dio lo que deseábamos desde el primer momento: Fran recibió el alta y volvió a casa.
Su retorno resultó épico: una caravana lo esperó y condujo a su hogar, con la profunda emoción que generó saber que estaba bien.
El pasado sábado al mediodía nos hallábamos tomando un café en Chamaco, cuando un chico con una gorra roja se acercó a ofrecernos una rifa para el viaje de estudio de quinto grado del colegio San José.
El mismísimo Fran era el vendedor.
No lo podíamos creer. Sentimos una gran sorpresa y una enorme alegría.
Nos dijo que se sentía de diez y permitió que le sacáramos una foto junto a su amigo, para registrar el hermoso momento.