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17 de julio de 2013

La increíble historia de Maximiliano Tosco: el futbolista cordobés que lucha por su vida

  
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Maximiliano Tosco tiene 22 años. Poseía un físico privilegiado, era un centrodelantero potente, goleador, estaba a préstamo en Náutico Rumipal, luego de una vida celebrando goles con la camiseta de Deportivo Independiente de Río Tercero. Maxi tenía sueños de goles. Maxi tuvo un problema que, por ahora, le interrumpe esas ilusiones. Hoy, Maxi Tosco lucha contra el destino que le presentó rivales más aguerridos que Schiavi y “Chiqui” Pérez.

¿Cómo comenzó esta lucha? Hace dos meses, en una soleada siesta dominical en las sierras cordobesas, los futbolistas del Náutico de Villa Rumipal estaban haciendo la entrada en calor, previo al enfrentamiento ante Biblioteca La Cruz por la Liga Riotercerense de fútbol. De pronto, Maxi cayó desmayado. Todos comenzaron a correr, llamaron a la ambulancia. Cuando logró despertar, vomitó. Muchos creyeron que el delantero había tenido un sábado a la noche lejos de una concentración. El partido comenzó, mientras al “9” lo llevaban en la ambulancia para hacerle un chequeo. El partido se jugó, ganó el Náutico por 1-0 con gol de Gabriel Cabral, aunque poco importa el resultado. Cuando finalizó, su amigo Pablo Rébola, también de Río Tercero, preguntó por Maxi. “Lo llevaron a Santa Rosa”, fue la respuesta. “¡¿Cómo?!”, fue la pregunta que salió automática en el arquero. De Villa Rumipal a Santa Rosa, diez kilómetros. Cuando llegó, encontró que Maxi no paraba de vomitar. “Es una resaca”, dijo uno en el hospital. Sin embargo, no era normal que desde las 16 hasta las 22.30 de ese domingo haya vomitado ¡15 veces!. No era normal. A Pablo le dijeron que se lo podía llevar, pero no a la casa, sino que a un nosocomio en Río Tercero para que esté en observación. Cuando llegó Celeste, la hermana, y optaron que esa era la mejor opción, apareció un “ángel”.

“Ya nos estábamos por ir y llegó un médico, no recuerdo el nombre, quiero saber cómo se llama. Para mí, él le salvó la vida”, explica emocionado Rébola. Antes de marcharse este médico pidió que se lo dejaran ver nuevamente. Lo zamarreó, lo despertó gritándole su nombre. Cuando abrió los ojos, le hizo una prueba y Maxi no reaccionó. “Tienen que llevarlo ya a Río Tercero para descartar un derrame cerebral”. Boom. Un baldazo de agua fría para todos. Nadie esperaba semejante probabilidad. De Santa Rosa a Río Tercero, 46 kilómetros. Ya en el sanatorio de aquella ciudad le hicieron una tomografía y se confirmó: derrame cerebral. La noche estaba nublada, la luna escondida y los corazones de amigos y familiares de Maxi latían como jamás en su vida.

Había que llevarlo con urgencia a Córdoba. Pero (malditos “pero” que estropean todo). Pero en Córdoba no había cama. En consecuencia, el viaje urgente tuvo como destino Bell Ville. De Río Tercero a Bell Ville, 149 kilómetros. Al llegar allá lo atendió un “gran especialista”, dicen desde el entorno del pibe, pero el lugar no estaba en condiciones y el médico disculpándose les dijo que no tenían los materiales para asistirlo. La tensión aumentaba. Aunque parecía que nada era suficiente. Llegaba otra afirmación que dolería. “Debe llevarlo a Córdoba, pero le tengo que decir, señora, no sabemos si llegará vivo a Córdoba”. El llanto desgarró el corazón de esa madre que escuchaba de la boca del especialista esta frase. Múltiples imágenes, seguro, corrieron por su mente. De Bell Ville a Córdoba, 207 kilómetros.

El tiempo es primordial en este tipo de casos. Sin embargo, desde el momento del desmayo hasta llegar, por fin, al Hospital Córdoba, donde aún está internado desde hace dos meses, pasaron más de 24 horas donde Maxi, en un estado de riesgo, recorrió 412 kilómetros. Sin embargo, como apareció aquel “ángel” en Santa Rosa, también le permitió llegar conciente a Córdoba. Rápidamente ingresó a terapia intensiva, estuvo bajo cuidado, le hicieron estudios y demás, hasta que cuatro días después, la mañana del viernes le hicieron una embolización para secar la malformación que tenía en el cerebelo. Se había descubierto que Maxi tenía una malformación congénita que estaba en silencio y apareció aquella tarde del 28 de abril. Esa intervención salió bien. Tal es así, que Pablo Rébola cuenta: “Al mediodía lo fui a ver, y se reía. ‘Se cagaron, eh. Creían que me moría’, nos decía. Hacía bromas”.

Parecía que la odisea tenía un final tranquilo. Aunque había que esperar la intervención más grande; y había riesgos. El “manoseo” le afectó, pero, quizás, dicen desde su entorno, la neumonía que le agarró en terapia intensiva tras la operación le jugó una mala pasada. Tal es así, que le provocó dos paros cardiorrespiratorios. Dejó secuelas.

Dos meses de lucha. Maxi en silencio pelea. Su vida ya no corre peligro. Pero ya no está como aquel viernes. Hay mucho silencio. Al tener muerto algunos tejidos perdió motricidad. Ojos semiabiertos, algunos gestos. Entiende, pero en silencio. Dos meses de lucha, no se da por vencido, como cuando el partido era duro y los defensores aguerridos le impedían salir airoso. Pero él lo hacía, y festejaba goles, y era abrazado por sus compañeros, porque supo hacer amigos. Y esos amigos hoy van a darle apoyo, a él y a la familia. Le hablan. Lo motivan. Él sólo gesticula. “Hay que tener paciencia”, se dicen.

Esos amigos que da el fútbol hoy están organizando una peña para recaudar fondos con el fin de ayudar a la familia con el tratamiento. “La organización nace de gente amiga, compañeros del club donde siempre jugó, como es mi caso que fui su director técnico en su momento. Entonces, como amigos y los dirigentes del Club Deportivo Independiente de Río Tercero, comenzamos con la organización de este evento. La convocatoria y respuesta de la gente de Río Tercero fue inmediata y de hecho la organización va en forma muy positiva, ya conseguimos la mayoría de las cosas que necesitábamos en forma gratuita que era la idea inicial como para poder hacer una mayor colecta de dinero. Ya se han hecho en este tiempo otros tipos de eventos como rifas donde participaron todos los clubes de la Liga riotercerense”, contó Adrián Albornoz. El 16 de agosto se llevará a cabo la “Peña Maxi Tosco” en el Salón Polideportivo Municipal de Río Tercero.

Cuando salió de la cirugía le dijeron a sus familiares que Maxi estaría una semana en terapia intensiva, luego tres días en sala intermedia y tras dos días en sala común, se iría a su casa. Pasaron dos meses. Maxi Tosco aún disputa su partido en una sala común del Hospital Córdoba. “Hay casos peores donde se han recuperado”, dice, confiado, Rébola. Son optimistas. Quieren volver a compartir risas con Maxi. “Él es muy querido y lo vamos a ayudar a salir adelante”. El fútbol te da amigos, que valen más que un campeonato.

Fuente: http://www.lmcordoba.com.ar/
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